Elon Musk dejará su puesto al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), la polémica agencia federal creada por el presidente Donald Trump para implementar despidos masivos y recortes en el aparato estatal. Su salida, confirmada este martes, marca el fin de una etapa en la que el magnate de Tesla fungió como figura clave en la política de austeridad impulsada desde la Casa Blanca.
Según fuentes citadas por Reuters, el control sobre las decisiones presupuestarias y de personal volverá plenamente al gabinete presidencial tras la salida de Musk, quien ahora centrará su atención en Tesla, empresa que enfrenta dificultades financieras. Su rol como empleado especial del gobierno —una figura sin precedentes— concluye oficialmente a finales de mayo.
“Ya se hizo la mayor parte del trabajo necesario para establecer a DOGE”, declaró Musk. “Era hora de volver a enfocarme en lo que está pasando con Tesla”.
DOGE fue creada por orden ejecutiva el mismo día que Trump reasumió la presidencia, con el objetivo de reducir el tamaño del gobierno federal mediante recortes agresivos. Musk, aunque no empleado formal regular, fue presentado por Trump como el líder visible de la agencia, lo que generó confusión sobre su papel real y críticas por su influencia sin rendición de cuentas clara.
La Casa Blanca, por su parte, minimizó el impacto de su partida. “DOGE está funcionando perfectamente, casi en piloto automático”, aseguró Harrison Fields, vocero presidencial, quien subrayó que el gabinete ya tenía autonomía sobre los recortes y que la agencia era “solo un elemento operativo”.
La posible sucesora de Musk es Amy Gleason, tecnóloga en salud y madre de una niña con una enfermedad autoinmune. A pesar de que fue nombrada administradora interina en febrero, su perfil ha sido opaco y su rol dentro de la agencia no ha sido claramente definido, lo que aumenta la incertidumbre sobre el futuro de DOGE.
Aunque su figura era polémica, expertos consideran que la salida de Musk no detendrá las medidas impulsadas por la agencia. “Muchas agencias ya han internalizado lo que DOGE ha hecho. Esto no se va a detener”, advirtió Nick Bednar, profesor de Derecho en la Universidad de Minnesota.
Incluso algunos defensores de la agencia ven con buenos ojos el cambio. “Él atraía demasiada atención. Sin él, DOGE podría ser más eficaz”, afirmó Tom Schatz, presidente de Citizens Against Government Waste.
Así, mientras Musk regresa a salvar Tesla, el legado de su breve incursión en el gobierno federal continúa moldeando la estructura del Estado. Aunque se aleja de Washington, su impacto en la política pública podría perdurar mucho más allá de su presencia física.