Durante mucho tiempo, el huevo ha sido excluido de la cena por ideas equivocadas sobre su impacto en la salud, especialmente por quienes siguen dietas bajas en grasa. Sin embargo, la evidencia científica ha comenzado a restablecer su valor como un alimento nutritivo y versátil, incluso para las comidas nocturnas. Su aporte de proteínas y bajo contenido calórico lo convierten en una opción interesante para quienes desean cuidar su alimentación sin sacrificar sabor.
Uno de los mitos más comunes es que comer huevo por la noche “engorda”. Esta creencia ha llevado a muchas personas a evitarlo en la cena. Sin embargo, expertos en salud y nutrición coinciden en que la clave está en las porciones y el equilibrio. Saltarse la cena, como advierte el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH), puede generar un aumento del apetito y llevar a comer de más en momentos poco adecuados.
En lugar de evitar la cena, se recomienda elegir alimentos que ayuden a sentirse satisfecho sin excederse en calorías. El huevo, rico en proteínas, cumple con esta función, ya que prolonga la sensación de saciedad y puede ayudar a controlar el apetito durante la noche.
Aliado del descanso nocturno
Otro mito frecuente es que el huevo eleva el colesterol, sobre todo si se consume en la mañana. Sin embargo, estudios recientes han mostrado que, consumido con moderación, puede formar parte de una dieta saludable en cualquier momento del día. La Asociación Americana del Corazón sugiere que 1 o 2 huevos diarios son una porción adecuada para adultos sanos.
Además, su consumo en la noche podría tener beneficios inesperados. La Academia Trinity Hall Cambridge destaca que ingerir proteínas antes de dormir puede estimular la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño. Esta sustancia ayuda a relajar los músculos y facilita un descanso más profundo.
Por si fuera poco, la revista Nutrición Hospitalaria subraya que el huevo contiene triptófano, un aminoácido que favorece la síntesis de serotonina, un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo y los ciclos de sueño y vigilia. En conjunto, estos elementos pueden contribuir a mejorar la calidad del descanso nocturno.