José Alvarenga, un pescador salvadoreño de 36 años, se convirtió en un símbolo de resistencia y supervivencia tras ser encontrado en una remota isla del Pacífico en enero de 2014. Alvarenga había estado a la deriva en el mar por más de un año, recorriendo casi 10,000 kilómetros en un notable acto de fortaleza humana. Su historia ha sido destacada recientemente por The Daily Mail, que promueve un nuevo libro que detalla su increíble travesía.
El 17 de noviembre de 2012, Alvarenga partió desde Costa Azul, México, en un pequeño bote con su compañero Ezequiel Cordova, de 22 años. Ezequiel, inexperto en la navegación, se unió a la expedición como reemplazo del compañero original de Alvarenga, quien había sido arrestado. El viaje, inicialmente planeado para 24 horas de pesca, pronto se convirtió en una pesadilla cuando una tormenta repentina dañó el motor, el GPS y la radio del bote.
La última transmisión de Alvarenga, desesperada, fue un llamado a su jefe en la costa: “¡Willy! ¡Willy! ¡El motor está arruinado! Vengan ahora, me estoy jodiendo aquí”. Esa fue la última vez que tuvieron contacto antes de perder toda comunicación.
En los primeros días a la deriva, Alvarenga y Cordova se limitaron a beber agua de lluvia y no comieron nada. Sin embargo, la resistencia de Alvarenga se destacó cuando aprendió a capturar peces a mano, atrapar tortugas y cazar aves marinas. Su dieta se diversificó con lo que podía encontrar, incluso medusas, a pesar de las dolorosas picaduras.
Trágicamente, Cordova no pudo soportar las duras condiciones. Su salud se deterioró rápidamente; dejó de comer y beber, y comenzó a delirar, imaginando la orilla y lugares familiares. Eventualmente, su cuerpo y mente cedieron, dejándolo a Alvarenga completamente solo en el océano.
Durante su tiempo en el mar, Alvarenga vivió momentos de desesperación extrema. En una ocasión, avistó un barco contenedor y trató de atraer la atención de la tripulación, pero el barco continuó su curso sin ofrecer ayuda. Este incidente se convirtió en uno de los momentos más oscuros de su travesía.
Para mantener su salud mental, Alvarenga estableció una rutina diaria: comía tres veces al día, cazaba, recogía agua de lluvia, cantaba y rezaba. Incluso creó un juego con las aves marinas que atrapaba, al que llamó “fútbol de gaviotas”.
Después de 14 meses en alta mar, Alvarenga avistó una isla con palmeras de coco. Inicialmente pensó que era una alucinación, pero pronto se dio cuenta de que era real. Permitió que la marea lo llevara a la costa, donde fue encontrado por los habitantes locales, quienes le proporcionaron ropa y comida. Posteriormente, fue trasladado a la capital de las Islas Marshall, Majuro.
La historia de José Alvarenga ha capturado la atención global, y su increíble resistencia ha sido minuciosamente examinada. Su travesía no solo es un testimonio del poder del espíritu humano, sino también una lección sobre la lucha por la vida en condiciones extremas.