En 2011, Nathaniel Colman decidió llevar a cabo un robo en una residencia en Florida, aprovechando que los dueños no estaban en casa. Colman entró forzando la puerta trasera y, una vez dentro, comenzó a registrar todas las habitaciones con la esperanza de encontrar objetos de valor. Finalmente, su esfuerzo rindió frutos cuando encontró una caja llena de joyas valiosas. Satisfecho con su hallazgo, abandonó el lugar con su botín.
Determinado a sacar provecho de su robo, Colman decidió vender las joyas ese mismo día. Tras una breve búsqueda, encontró una casa de empeños abierta llamada Marilyn’s Boutique. Al llegar, le explicó a la dueña del local que quería vender unas joyas que supuestamente le había dejado su abuela.
No obstante, cuando la dueña observó las joyas, algo le resultó familiar. Las piezas le parecían extremadamente conocidas, por lo que le pidió a Colman que esperara un momento mientras verificaba los precios en la trastienda. Lo que Colman no sabía era que la dueña de la casa de empeños era también la propietaria de la casa que él había robado, y las joyas que intentaba venderle eran en realidad de su propiedad.
Inmediatamente, la mujer contactó a su esposo para confirmar sus sospechas. Él le aseguró que, efectivamente, sus joyas habían sido robadas. Sin perder tiempo, la dueña llamó a la policía para informarles de la situación. Cuando los oficiales llegaron, arrestaron a Colman por múltiples delitos relacionados con el robo.
El insólito giro de los acontecimientos dejó claro que la mala suerte de Colman había jugado un papel crucial en su captura. Lo que parecía un plan perfecto para un robo rápido y rentable terminó en su arresto y enfrentamiento con la justicia. La historia de Nathaniel Colman sirve como un recordatorio de que, a veces, la realidad puede ser tan sorprendente como la ficción.