Las duchas de agua fría han ganado popularidad como parte de las rutinas de bienestar que circulan en redes sociales, prometiendo revitalizar cuerpo y mente. Sin embargo, esta práctica, conocida técnicamente como crioterapia, ha generado opiniones divididas entre expertos, quienes evalúan tanto sus beneficios como los posibles riesgos si se aplica sin los cuidados necesarios.
Aunque el uso del frío tiene un largo historial en tratamientos médicos y deportivos, su auge reciente ha reavivado el debate sobre qué tan segura es esta tendencia. Especialistas como la doctora María Sanz Almazán, de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia, señalan que la exposición súbita al agua fría puede causar efectos adversos en personas con problemas cardiovasculares. “El frío aumenta la frecuencia cardíaca y estrecha los vasos sanguíneos, lo que puede derivar en desmayos o incluso infartos en personas vulnerables”, advirtió.
El médico Ramiro Heredia, del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, subraya que estas duchas deben practicarse con cautela, sobre todo si se tienen afecciones crónicas sin tratar. No obstante, ambos coinciden en que, bajo supervisión y con precauciones adecuadas, las duchas frías pueden integrarse de forma segura a la rutina diaria.
Beneficios fisiológicos comprobados
La crioterapia bien aplicada puede ofrecer beneficios reales. La Clínica Mayo reporta que la exposición breve al agua fría genera primero una vasoconstricción y luego una vasodilatación, lo que favorece la circulación sanguínea, especialmente en personas con várices o insuficiencia venosa. También se ha documentado su utilidad en la reducción del dolor e inflamación muscular, lo que acelera la recuperación tras el ejercicio.
Vanika Chawla, investigadora de la Universidad de Stanford, añade que el frío también limita el flujo sanguíneo a los músculos, ayudando a minimizar el daño tras un esfuerzo físico. Además, un estudio alemán demostró que combinar duchas frías con técnicas de respiración tipo yoga puede reducir el estrés y estimular la producción de glóbulos blancos, lo que fortalece el sistema inmune.
Precauciones esenciales
Para aprovechar los beneficios sin incurrir en riesgos, los especialistas recomiendan ciertas pautas. La temperatura del agua debe estar por encima de los 5°C y no bajar de los 15°C para evitar daños en la piel o el sistema nervioso. También se sugiere comenzar con agua templada y finalizar con agua fría, aplicándola en sentido ascendente desde los pies hasta el torso.
La duración inicial no debe superar los dos minutos, y debe aumentarse gradualmente según la tolerancia. Es crucial escuchar al cuerpo: si se presentan síntomas como mareos, entumecimiento o dolor persistente, se debe suspender la práctica y consultar a un profesional de salud.
En resumen, las duchas frías no son una cura milagrosa, pero sí una herramienta útil cuando se emplean con responsabilidad. Pueden complementar el bienestar físico y mental, siempre y cuando se respeten los límites del cuerpo y se evite convertir la tendencia en una imposición sin fundamentos médicos.