La respuesta está en la química. Resulta que el poder de la sal o cloruro de sodio no está en deshielo sino en la congelación. Recordemos que el punto de congelación del agua pura es de 0°C.
Cuando el agua alcanza la temperatura del punto de congelación, las moléculas que normalmente se mueven libremente quedan atrapadas en estructuras organizadas y cristalinas. Así es como se forma el hielo; no obstante, la sal interrumpe este proceso.
Cuando la sal entra en contacto con el agua se descompone en dos: un ión de sodio y un ión de cloruro que se mueven alrededor, ocupando el espacio vacío en medio de las moléculas del agua, separándolas y frustrando así el enlace necesario para formar hielo.
Esta interrupción se llama «descenso crioscópico o depresión del punto de fusión», es decir, que la sal reduce el punto de congelación del agua. No obstante, la sal sólo puede actuar como anticongelante a temperaturas superiores a los -9°C.
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