Inglaterra fue escenario de una historia de suerte y redención cuando Debra Goddard, de 55 años, descubrió que el anillo que había comprado por 13 dólares en una feria de antigüedades hace más de 30 años era, en realidad, un diamante de 26,27 quilates valorado en más de 900 mil dólares. El hallazgo, que salió a la luz en 2018 al empeñar la pieza, transformó para siempre su vida y la de su madre.
A inicios de los 90, Debra adquirió el anillo en una feria local, sin imaginar que ese sencillo accesorio guardaría una fortuna. La joya permaneció guardada por años hasta que, en 2018 y debido a problemas económicos, decidió empeñarla, esperando obtener unos 969 dólares. Para su sorpresa, el análisis en una joyería reveló que el valor del diamante superaba los 700 mil dólares. Finalmente, el anillo fue subastado en Sotheby’s y alcanzó la suma de 956,080 dólares, de los cuales Debra recibió una ganancia neta de 607,240 dólares.
Con este dinero, Debra optó por ayudar a su madre, June Boyle, de 72 años, quien había sido víctima de una estafa familiar. La mujer gastó toda su ganancia en mejorar la vida de su madre, llevándola de vacaciones a Barbados, comprándole ropa de lujo y permitiéndole asistir a conciertos de Tom Jones y Celine Dion en Las Vegas.
Para Debra, esta fortuna repentina fue también una forma de redimir las adversidades pasadas. Convertida en una figura pública, comenzó a apoyar causas benéficas y se involucró en actividades solidarias, destinando las regalías de su libro, escrito sobre esta experiencia, a instituciones que apoyan a niños y adolescentes vulnerables. Además, impulsada por su historia, fundó una joyería en la que vende piezas que aparentan sencillez, pero esconden un alto valor, reflejando su propia experiencia.
La historia de Debra Goddard no solo inspira por su golpe de suerte, sino también por su transformación personal y generosidad. Su experiencia recuerda que, en la vida, las oportunidades pueden encontrarse en lugares inesperados, como mercados y ferias locales, y que el valor de las cosas, y de la vida misma, puede revelarse cuando menos lo esperamos.