En una historia que desafía los límites de lo convencional, Norul se ha convertido en protagonista de una peculiar relación amorosa con objetos inanimados, a los cuales considera como objetos sexuales.
Su saga amorosa comenzó con Pierre, una calculadora que para ella poseía unos botones excepcionalmente atractivos y habilidades de cálculo extraordinarias. Incluso llevó a Pierre como su pareja a la fiesta de promoción del colegio, aunque este romance llegó a un abrupto final cuando sufrió un cortocircuito y ninguna otra calculadora pudo reemplazarlo.
Sin embargo, su corazón encontró consuelo en 2016 al enamorarse perdidamente del juego Tetris. Desde entonces, Norul dedica casi la mitad de su día, aproximadamente 12 horas, a jugar este icónico videojuego. La simple acción de destruir bloques le proporciona una satisfacción profunda y casi espiritual. Es tal su apego que Norul duerme con el juego todas las noches, manteniendo una relación física con sus cartuchos y coleccionables del juego.
Lo más sorprendente es que Norul tiene planes firmes para el futuro: planea casarse con Tetris tan pronto como termine su graduación. Este compromiso con un objeto inanimado es solo uno de los muchos romances que ha experimentado. Entre ellos se cuentan iPods, cintas de correr, GPS y otros dispositivos que han capturado su atención de manera similar.
Este caso, más allá de ser una anécdota curiosa, plantea preguntas sobre los límites del afecto humano y la capacidad de enamorarse de objetos inanimados en una era cada vez más digital y tecnológica.