No se sabe exactamente ni cuándo ni dónde se creó el primer jabón. Según la leyenda romana, el jabón fue descubierto por el agua de la lluvia con que se lavaba debajo de los lados del monte Sapo, junto al río Tíber.
La grasa de los numerosos sacrificios animales se mezcló con las cenizas de madera de los fuegos ceremoniales, y los esclavos notaron sus propiedades para limpiar, primero sus manos y luego las prendas de vestir.
Existen documentos de culturas primitivas que permiten estudiar el origen del jabón. Es el caso por ejemplo de unos tarros de arcilla de origen babilónico alrededor de 2800 a.C., cuyas inscripciones describen la mezcla de grasas hervidas con cenizas.
Otra versión habla de un origen celta del jabón. Sea cual sea su procedencia, de lo que no cabe duda es de que los romanos contribuyeron enormemente a su amplia expansión.
Las teorías de Galeano, médico romano, fueron fundamentales hasta la Edad Media. Es el primero que nos facilita noticias sobre el empleo del jabón como medio curativo, para la higiene personal o el lavado de las ropas. También observó que la limpieza tenía un efecto curativo en las enfermedades de la piel.