Diversos investigadores piensan que los primeros fuegos artificiales provienen de China. Estos eran de trozos de cañas de bambú que, gracias a sus cavidades huecas llenas de aire, al ser arrojados al fuego explotaban, produciendo un estallido leve, aunque de alta sonoridad.
Más tarde, entre el siglo VII y X de nuestra era, en los mismos chinos inventaron la pólvora, mezclando nitrato de potasio, sulfuro y grafito. Esta sustancia, indispensable para el desarrollo de los espectáculos coloridos que conocemos, fue llevada a Occidente durante la invasión árabe de España y África.
Entre los siglos XIII y XV, el uso de fuegos de colores se popularizó notablemente en las esferas de la nobleza de Europa. Los monarcas europeos se sintieron profundamente atraídos por la belleza y el colorido de los fuegos artificiales, y por lo mismo, se habituaron pronto a utilizarlos para sus celebraciones.
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