Los aditivos son seguros. Esto es algo que debe quedar claro, pues cada vez son más las personas que los demonizan, confiriéndoles todo tipo de peligrosos efectos. Pero que no sean malos para nuestra salud no significa que su origen a veces no sea un tanto desagradable. No hay más que ver los usos del castoreum.
Esta es una sustancia oleosa, procedente de unas glándulas situadas en el ano de los castores. Si bien en el pasado sus aplicaciones eran principalmente medicinales, en los tiempos modernos ha ido labrándose otras. La más común es en la industria alimentaria, donde se usa para dar a los alimentos sabor a vainilla. A veces, en menor cantidad, también a fresa. Además, muchas marcas de alta gama de perfumería lo han utilizado por conferir cierto aroma a cuero. Pero eso no es todo. También cuenta con otros usos muy interesantes, pero mucho menos conocidos. Si es que los anteriores pueden considerarse conocidos.
El inicio de los usos del castoreum
Para leer la primera referencia conocida a los usos del castoreum tenemos que retroceder hasta el 77 antes de Cristo. Aquel año, Plinio el Viejo publicaba su Naturalis Historia, una obra similar a una enciclopedia, en la que el filósofo romano trataba una gran cantidad de temas.
En lo referente a esta sustancia, aseguraba que su olor podía provocar los estornudos y que mezclada con agua servía como tratamiento para la fiebre cerebral. Además, cita una receta a base de castoreum, aceite de rosa y peucedanum para mitigar el insomnio.
Otros muchos síntomas y trastornos, como el vértigo, los calambres o los dolores de estómago podrían curarse gracias a este increíble aceite. Con los años se convirtió en un ingrediente clave de la medicina tradicional de muchas culturas. Pero la llegada de la ciencia moderna fue dejándolo en desuso. Al menos en parte.
Pronto comenzó a usarse como saborizante en postres y productos lácteos y también como compuesto para algunas fragancias. Sin embargo, la cosa no queda ahí, indica Hipertextual.