¿Sherlock Holmes consumía drogas?

¿Sherlock Holmes consumía drogas?

¿Sherlock Holmes consumía drogas? ¿Sherlock Holmes consumía drogas?.

El famoso detective creado por el escritor inglés Arthur Conan Doyle, vio por primera vez la luz de la literatura en 1887 con la publicación de la novela Estudio en Escarlata. 

Es precisamente en este relato donde se produce el primer encuentro entre el detective y su compañero de fatigas inseparable, el doctor Watson, y deja de manifiesto su carácter difícil, y su curiosidad sagaz y aventurera, resuelve solo aquellos crímenes que estimulan su inteligencia, pero siempre siguiendo un método deductivo basado en la ciencia. 

A veces Holmes puede parecer inhumano, desaprensivo y desconsiderado para quienes conviven con él, pero en el fondo tan solo le mueven sus grandes ansias por resolver crímenes y por vivir emociones fuertes. Y es ahí cuando entra en juego la cocaína, sustancia que él mismo se suministra por vía intravenosa en una solución del 7%. 

Es en los momentos de sopor, cuando no soporta el tedio de vivir, cuando acude a esta droga, como se puede apreciar en este fragmento de El signo de los cuatro: 

“––¿Qué ha sido hoy? ––pregunté––. ¿Morfina o cocaína? Holmes levantó con languidez la mirada del viejo volumen de caracteres  góticos que acababa de abrir.
––Cocaína ––dijo––, disuelta al siete por ciento. ¿Le apetece  probarla?
––Desde luego que no ––respondí con brusquedad––. Mi organismo  aún no se ha recuperado de la campaña de Afganistán y no puedo  permitirme someterlo a más presiones.
Mi vehemencia le hizo sonreír.
––Tal vez tenga razón, Watson ––dijo––. Supongo que su efecto físico es malo. Sin embargo, la encuentro tan trascendentalmente estimulante y esclarecedora para la mente que ese efecto secundario tiene poca importancia”.

El consumo de cocaína en la época en la que fueron escritos los relatos protagonizados por Holmes no estaba prohibido, algo que ocurriría en 1916. De esta manera, era incluso habitual que fuera recetada para tratar algunas dolencias como, por ejemplo, el dolor provocado por el crecimiento de los dientes en los bebés. 

No obstante, Watson, preocupado por él,  no se queda callado y también le recrimina estos consumos:

“––¡Pero piense en ello! ––dije yo con ardor––. ¡Calcule lo que le  cuesta! Es posible que, como usted dice, le estimule y aclare el cerebro, pero se trata de un proceso patológico y morboso, que va  alterando cada vez más los tejidos y puede acabar dejándole con debilidad permanente. Y además, ya sabe qué mala reacción le  provoca. La verdad es que la ganancia no compensa la inversión. ¿Por qué tiene que arriesgarse, por un simple placer momentáneo, a  perder esas grandes facultades de las que ha sido dotado? Recuerde  que no le hablo sólo de camarada a camarada, sino como médico a  una persona de cuya condición física es, en cierto modo, responsable”.

Sin embargo, a pesar de las advertencias de su amigo, Holmes se muestra reacio a abandonar estos consumos, ya que prefiere salvarse del tedio de una existencia sin emociones. Así, Holmes se postula como profundamente moderno en su ímpetu por eludir el aburrimiento y por tener emociones fuertes, a pesar de las consecuencias que ello pueda tener para él.