El arbusto de la coca es una planta de América del Sur que contenía un alcaloide popular por sus propiedades estimulantes y extraordinarias para eliminar el dolor.
El alcaloide fue sintetizado en un polvo blanco que comenzó a ser vendido en farmacias bajo prescripción médica durante el siglo XIX, por algunos de los más renombrados médicos de su época como Sigmund Freud, y Karl Koller; una época dónde la medicina no estaba muy avanzada.
Karl Koller fue un oculista que había estado buscando una anestesia efectiva para evitar los movimientos reflejos de los ojos de sus pacientes al tocarlos.
Cuando probó un poco de cocaína, notó que la punta de su lengua estaba entumecida. Se preguntó entonces qué pasaría si se pusiera cocaína en el ojo.
Primero, lo probó con una rana y un perro y parecían estar bien, así que decidió disolver un poco del polvo en agua y ponerse unas gotas en sus ojos y en los de un colega.
Luego pincharon sus ojos con un alfiler afilado, y descubrieron que estaban totalmente entumecidos. Había encontrado una anestesia para la cirugía ocular.
La cocaína evitaba que los nervios enviasen señales. Y afectaba no solo a los nervios que detectan el dolor, sino a todos ellos. Es por eso que hace que el ojo o la lengua se sientan completamente adormecidos.
Debido a las complicaciones causadas por lo fuertemente adictiva que había resultado el producto para los pacientes, la cocaína acabó por prohibirse definitivamente en la gran mayoría de países, y su distribución pasó a manos del mercado negro.